Escenario contrafáctico ?

Localmente padecemos de una iluminación precaria, tanto a nivel municipal como departamental. Un alumbrado público deficiente y que no corresponde a la era tecnológica en que vivimos y al punto estratégico turístico en que nos encontramos. Con áreas de hasta dos calles continuas completamente a oscuras – incluso, avenidas importantes de comercio y turismo con sólo un foco por cada metros-, los nuevos estudios sobre la posible contaminación lumínica resultan abrumadores y preocupantes.

El fisico belga Jean Paul Vigneron – un investigador de los cristales fotónicos y de las estructuras ópticas naturales -, visitó nuestra región (centro américa) y observó la forma en que las luciérnagas emitían luz. Los machos atraen a sus compañeras produciendo destellos de luz en la oscuridad durante la noche con un órgano que tienen bajo el abdomen.

Los estudios preliminares de Vigneron – fallecido en el 2013 a los 63 años de edad -, inspiraron a un equipo internacional de científicos a aplicar el tipo de estructura en escamas que tienen las luciérnagas para hacer que las bombillas LED brillen más.

Al colocar dentro de cada bombilla una superficie que emula las escamas de las luciérnagas, los científicos consiguieron un brillo un 50% superior al de las bombillas LED fabricadas hasta la fecha.

La contaminación lumínica se origina por la emisión de luz artificial a la atmósfera, aunque sus efectos pueden amplificarse ante ciertas condiciones físicas, químicas y meteorológicas. Es decir, este tipo de contaminación se produce cuando parte de la luz que proyectan las instalaciones de alumbrado público, las de publicidad, y la luz reflejada por las superficies iluminadas –  a pesar que muchos de estos focos son totalmente prescindibles -,  se dirige innecesariamente hacia el cielo. El resultado es la disminución de la oscuridad natural de la noche, que oculta progresivamente la luz de las estrellas y otros astros. El deslumbramiento también suele ocasionar daños graves sobre la biodiversidad.

En la noche podemos observar a los focos actuando como aspiradoras al atraer con su luz – aparentando ser iluminación natural -, a gran cantidad de insectos, los cuales mueren confundidos sin aparearse. La mayoría de estos insectos son polinizadores y alimento de aves y lagartijas.

Aparentemente, el consumo de luz artificial va a continuar y podría causar la extinción de estos insectos, lo cual afectaría a la sobrevivencia de aves y crecimiento de árboles frutales, por ende, daño irreparable al ecosistema. En los pocos grupos de árboles y jardines que se reparten en algunas zonas de nuestra área urbana, todavía podemos apreciar ardillas y tacuazines, aunque ahora la mayoría se encuentra en los bordes del pueblo  o laderas de las montañas, huyendo de esas luces artificiales y ruidos que afectan su ritmo biológico.  

El problema de la contaminación lumínica no es únicamente local. La luz se difunde por la atmósfera, y se puede dejar sentir su efecto a centenares de kilómetros desde su foco, incluso en el ser humano. 

La oscuridad nos hace producir melatonina, preparándose así el cuerpo para dormir (provoca que no tengamos hambre y cierto enfriamiento en la temperatura corporal). La luz artificial altera también el ritmo biológico del ser humano y puede causar insomnio.  La luz eléctrica de nuestros hogares es responsable del 5% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.

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